Eduardo Dato fue una de las figuras fundamentales del conservadurismo español en las primeras décadas del siglo XX junto con su gran rival, Antonio Maura. En este artículo nos centraremos en la aportación del primero, que se destacó en el reformismo social.
El regeneracionismo, en su versión moderada o conservadora, ejerció una clara influencia en los principales líderes del Partido Conservador después de la desaparición de Cánovas del Castillo y a consecuencia de la crisis del sistema político de la Restauración en el nuevo siglo XX. Eduardo Dato (1856-1921) se inclinó hacia la preocupación en cuestiones sociales, consciente de los graves problemas en esta materia. A lo largo de su intensa carrera política como ministro y presidente del Consejo de Ministros tuvo varias iniciativas. La más importante fue la creación del Ministerio de Trabajo por un Real Decreto de 8 de mayo de 1920. En el Ministerio se integrarían el Instituto de Reformas Sociales y el Instituto Nacional de Previsión. También se incluyeron en el nuevo departamento la Dirección General de Comercio, Industria y Trabajo, el Consejo de Emigración, el Patronato de Ingenieros y Obreros Pensionados para el Extranjero, y la Inspección de Trabajo. Nuestro protagonista desarrolló la legislación sobre el trabajo infantil y femenino, así como sobre los riesgos en el trabajo con la Ley de Accidentes Laborales. Se preocupó por intentar frenar los alquileres abusivos y creó las Juntas de Fomento y Casas Baratas. En enero de 1921 aprobó un Decreto para la aplicación del Seguro Obligatorio. En las Cortes se crearía una Comisión Permanente de Trabajo y Legislación Social.
Eduardo Dato recogió en España parte de la doctrina social de la Iglesia, que había sido establecida por León XIII en la encíclica Rerum Novarum. Dato, como expresamos más arriba, era consciente que España estaba viviendo una intensa transformación económica con evidentes consecuencias sociales. Por eso intentó plantear una política reformista que pudiera conectar con el socialismo más proclive al reformismo que el anarcosindicalismo revolucionario. Dato no pretendió nunca alterar ningún principio básico del capitalismo ni de las relaciones sociales de producción sobre las que se sustentaba, pero también sabía que el poder político no podía seguir sin intervenir, según había establecido el liberalismo económico clásico. Había que procurar fomentar la paz social.
Pero este reformismo tenía un claro límite, que no era otro que la huelga, expresión de la lucha de clases. En este sentido estuvo clara su postura cuando estalló la huelga general revolucionaria de 1917, y que no fue otra que la represión pura y dura, recurriendo al ejército que, a pesar de haberse enfrentado al poder civil a través de las Juntas de Defensa, no dudó en frenar a los obreros. Una cuestión era poner al día a los conservadores ante la cuestión social y otra muy distinta acceder a las demandas de los sindicatos de clase. En este punto prevalecía el magisterio de Cánovas del Castillo con la defensa combinada de la propiedad privada y el orden público.
Eduardo Montagut
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