Investigando en la red hemos encontrado digitalizado el número 139 del 11 de marzo de 1933 del periódico “Vida Nueva”, órgano de la UGT y del PSOE de Aragón. Entre los artículos hay uno sobre las elecciones alemanas de ese año, cuando ya gobernaba Hitler. Como es sabido, fueron los últimos comicios que se celebraron en Alemania. Reproducimos el texto por su indudable interés historiográfico y que se puede consultar en el siguiente enlace:
http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/28/58/vidanueva139.pdf
http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/28/58/vidanueva139.pdf
“El momento alemán
“Otra vez el pueblo alemán ha acudido a los comicios electorales para expresar
su pensamiento en relación con la política que ha de regir los destinos
de su país.
su pensamiento en relación con la política que ha de regir los destinos
de su país.
El resultado de esta consulta estaba previsto de antemano, máxime conociendo
el propósito del canciller de seguir gobernando en dictadura si la votación
le resultaba adversa.
el propósito del canciller de seguir gobernando en dictadura si la votación
le resultaba adversa.
Le ha sido favorable, en primer término por la psicología fuertemente nacionalista del pueblo alemán en su gran mayoría, en el que las desgracias y los reveses no hacen mella, alucinado su espíritu con el ansia de la revancha.
Por otra parte, la política terrorista iniciada por ese gran pretexto, todavía
no esclarecido, del incendio del Reichstag, y que parece haber sido un chantage
político en beneficio de las fuerzas ultrarreaccionarias. Las milicias nazis, los cascos de acero, todo lo que en Alemania representa
la barbarie imperialista, sin más horizonte que un nacionalismo absurdo y provocativo, armados hasta los dientes y contando con la impunidad para la realización de toda clase de atropellos, han sido la suprema razón, el argumento
de más solidez para proporcionar el triunfo de los hitlerianos.
Claro que en un pueblo que no tuviese como su mayor orgullo de raza el
sometimiento voluntario de la mayoría de sus ciudadanos a la disciplina cuartelera, que hace de los hombres autómatas, la reacción provocada por el reto del déspota hubiese tomado sesgo completamente opuesto al que en Alemania ha
tomado.
Por otra parte, la política terrorista iniciada por ese gran pretexto, todavía
no esclarecido, del incendio del Reichstag, y que parece haber sido un chantage
político en beneficio de las fuerzas ultrarreaccionarias. Las milicias nazis, los cascos de acero, todo lo que en Alemania representa
la barbarie imperialista, sin más horizonte que un nacionalismo absurdo y provocativo, armados hasta los dientes y contando con la impunidad para la realización de toda clase de atropellos, han sido la suprema razón, el argumento
de más solidez para proporcionar el triunfo de los hitlerianos.
Claro que en un pueblo que no tuviese como su mayor orgullo de raza el
sometimiento voluntario de la mayoría de sus ciudadanos a la disciplina cuartelera, que hace de los hombres autómatas, la reacción provocada por el reto del déspota hubiese tomado sesgo completamente opuesto al que en Alemania ha
tomado.
Pero así ha sido, al menos de momento, porque no hay que perder de vista
que ahora empieza el tablero de la política interior y exterior alemana una fase
más interesante que las anteriores.
que ahora empieza el tablero de la política interior y exterior alemana una fase
más interesante que las anteriores.
Tiene por delante Hitler la grave crisis que en todos los órdenes azota a
aquel pueblo.
aquel pueblo.
En el interior, la paralización de la industria y la miseria que esto representa
en la mayoría de su población, y que en su desesperación se embarca en la nave
en que, según su piloto, los ha de conducir a la tierra de promisión.
¿Llegarán a la orilla deseada? De esperar es que no; podría afirmarse. Y
cuando el paciente vea que su dolencia, lejos de curarse se agrava, se llamará
a engaño, cuando quien más hizo por engañarle fué su inconsciencia, que le
llevó a echarse para que lo salvaran, en aquellos brazos que fueron precisamente
los que labraron todas sus desdichas.
en la mayoría de su población, y que en su desesperación se embarca en la nave
en que, según su piloto, los ha de conducir a la tierra de promisión.
¿Llegarán a la orilla deseada? De esperar es que no; podría afirmarse. Y
cuando el paciente vea que su dolencia, lejos de curarse se agrava, se llamará
a engaño, cuando quien más hizo por engañarle fué su inconsciencia, que le
llevó a echarse para que lo salvaran, en aquellos brazos que fueron precisamente
los que labraron todas sus desdichas.
Y en lo internacional no podrán ser el nacionalsocialismo y su caudillo más
afortunados. Sus voces destempladas tendrán la enemiga oficial y particular
del mundo civilizado y libre. Toda la simpatía y cordialidad que Stressemann
ganó para su país, Hitler la convertirá en aversión.
Podrá cometer atropellos, podrá ensañarse con sus enemigos, podrá secuestrar
todos los medios de expresión de protesta contra su modo de actuar al
frente de la gobernación del Estado; pero el germen de la rebeldía irá prendiendo
por todos los ámbitos del país; los descontentos por el atropello y la desilusión
aumentarán sensiblemente, y si, endiosado el vencedor, un día pretendía
cumplir lo prometido, intenta seguir la dictadura, entonces, a pesar de todos los
prejuicios que el pueblo alemán lleva sobre si, sería factible o una revolución
sangrienta o, lo que es peor, una cruenta guerra civil.
Su aparente victoria de hoy puede muy bien ser, a nuestro juicio lo es, el
comienzo de su desastre.”
afortunados. Sus voces destempladas tendrán la enemiga oficial y particular
del mundo civilizado y libre. Toda la simpatía y cordialidad que Stressemann
ganó para su país, Hitler la convertirá en aversión.
Podrá cometer atropellos, podrá ensañarse con sus enemigos, podrá secuestrar
todos los medios de expresión de protesta contra su modo de actuar al
frente de la gobernación del Estado; pero el germen de la rebeldía irá prendiendo
por todos los ámbitos del país; los descontentos por el atropello y la desilusión
aumentarán sensiblemente, y si, endiosado el vencedor, un día pretendía
cumplir lo prometido, intenta seguir la dictadura, entonces, a pesar de todos los
prejuicios que el pueblo alemán lleva sobre si, sería factible o una revolución
sangrienta o, lo que es peor, una cruenta guerra civil.
Su aparente victoria de hoy puede muy bien ser, a nuestro juicio lo es, el
comienzo de su desastre.”
Eduardo Montagut
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