arl Marx (1818-1883) comenzó a estudiar la Revolución Francesa en su exilio parisino y con una clara influencia de Hegel, aunque terminaría por llegar a conclusiones distintas. Para Marx, la Revolución Francesa plasmaba en lo político la hegemonía económica y social que la burguesía había alcanzado en el siglo XVIII, después de un proceso que arrancaría desde la superación de la crisis bajomedieval. La Revolución había derrotado a la aristocracia feudal y había despejado la implantación del capitalismo. Marx se centró más en las causas y consecuencias del proceso revolucionario que en los hechos en sí. La Revolución Francesa es interpretada como el paradigma de la sociedad en la que el modo de producción capitalista genera un régimen político al servicio de la burguesía. De ahí la idea de “necesidad” de la revolución burguesa y no como punto de llegada, como habían defendido todos los historiadores liberales, sino como una fase de la historia que, con el tiempo sería también superada, después del enfrentamiento entre el proletariado y la burguesía en el sistema capitalista plenamente implantado.
Marx se interesó mucho por el estudio del jacobinismo y de Robespierre. Consideró que los jacobinos habían errado al intentar instaurar la igualdad en el plano político sin que el desarrollo social y económico lo permitiera. La República democrática solamente era posible si se superaban las desigualdades sociales típicas del régimen burgués. El régimen jacobino podía ser un ejemplo o ensayo de lo que podría ser una futura sociedad regida por los principios del proletariado y solamente plausible cuando lo permitiese el desarrollo de las fuerzas productivas.
Eduardo Montagut
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