Pretender abordar la teoría de Marx y
Engels en un breve artículo es más que osado, una temeridad, pero nos
anima el espíritu divulgador y, una vez que ya abordamos el anarquismo
en otro trabajo no podríamos dejar de hacer lo mismo con el marxismo.
Marx es uno de los pensadores más
importantes de la Historia Contemporánea. Fue un personaje que vivió
exiliado en varios lugares de Alemania, en París, en Bruselas y en
Londres. Se desengañó del liberalismo al comprobar que no solucionaba
las contradicciones que generaba el capitalismo. En 1845 escribió las Tesis sobre Feverbach.
En el libro establecía el concepto de la praxis al señalar que los
filósofos hasta ese momento solamente se habían dedicado a interpretar
de distintas maneras el mundo pero no de transformarlo. Dos años después
publicó Miseria de la Filosofía donde rechazaba al socialismo
no científico. En 1848 escribió, junto con Engels, uno de los textos más
importantes de la Historia, el Manifiesto Comunista. Allí se formularon muchas ideas que se desarrollaron en su obra cumbre, El Capital.
Marx aplicó al capitalismo el método
dialéctico. Mientras que el método de la lógica se basa en el principio
de identidad, el dialéctico se centra en el de la contradicción. Así
pues, cada cosa lleva en su seno su propia contradicción y, por lo
tanto, su destrucción en un momento determinado. La dialéctica sería,
pues, el estudio de esas contradicciones, de su encadenamiento a lo
largo de las etapas históricas. La historia sería eso. El marxismo
estudiaría las contradicciones del capitalismo que terminarían por
destruirlo. En este punto se da la primera polémica en torno al
marxismo. Marx escribió en un determinado contexto histórico, y algunos
pensadores han considerado que es difícil la aplicación de sus tesis a
otros contextos. Lenin tuvo que adaptar las tesis de Marx a la situación
rusa que no era la misma que vivió Marx en Europa Occidental.
Marx afirmaba la relación dialéctica, es
decir, de tensiones e influencias mutuas, entre la base económica o
infraestructura y la ideología jurídica o superestructura. La economía
es el fundamento de la sociedad y de la historia. Cada sociedad estaría
montada sobre las relaciones de producción. Si hay un cambio en la
economía se provoca una tensión o contradicción y se produce un cambio
en la superestructura. Algunos han incidido demasiado en que la relación
siempre va desde la infraestructura a la superestructura pero,
realmente, Marx explicó que también la superestructura actuaba sobre la
economía, sobre la infraestructura, es decir, que habría relaciones
mutuas en los dos sentidos, aunque el papel predominante lo tendría
siempre la economía, la infraestructura.
Para Marx el hombre no actúa aislado en
la Historia sino en grupos sociales, en clases que condicionan a los
individuos. Al estar organizada la sociedad en relaciones de producción,
la función del individuo viene condicionada por la división del
trabajo. Los que tienen o se encuentran en las mismas condiciones forman
una clase. Cada clase ocupa un lugar en el proceso de la producción,
sus miembros están unidos por una misma relación con los medios de
producción. Así pues, unos son propietarios de los medios de producción,
y otros no, o solamente del trabajo. La historia sería la historia de
lucha de las clases, una lucha entre opresores y oprimidos, y esa lucha
es la palanca de la revolución que transforma la sociedad. Engels
hablaría de tres tipos de lucha de clases. La primera sería de tipo
económico, y estaría asociada a la lucha sindical por mejorar los
salarios, las condiciones laborales y de vida de los trabajadores. La
segunda sería la política, es decir, la lucha en las calles o en los
parlamentos participando en las elecciones. Y, por fin, estaría la lucha
ideológica, asociada a la toma de conciencia de clase de los
trabajadores o proletarios.
Marx rechazó la teoría del valor del
liberalismo económico, basado en el mercado. El valor de un producto
sería el resultado del trabajo. Al obrero se le pagaría un salario por
la venta de su fuerza de trabajo. Ese pago equivaldría al coste de los
alimentos, vestido, y vivienda del obrero. Sería una especie de mínimo.
Pero el obrero produce por un valor superior al de su fuerza de trabajo.
Ese valor producido y no cobrado en el salario se acumula y es el que
generaría el beneficio del capitalista. Es la plusvalía, es decir, un
trabajo sin pagar. De esta manera se forma el capital.
Pero la voluntad de incrementar el
beneficio provoca una constante innovación tecnológica para aumentar la
producción y abaratar costes. El aumento de la producción genera un tipo
de crisis nueva en relación con el tipo de crisis de la época
preindustrial. Mientras que antes del capitalismo industrial las crisis
eran de subproducción, generando alzas de precios, hambre y crisis de
subsistencias, en el capitalismo las crisis serían de superproducción.
Para Marx la conquista del poder en el
proceso revolucionario traería una etapa transitoria, conocida como
dictadura del proletariado. Se trataría de utilizar la maquinaria
institucional y represiva del Estado para desmontar el capitalismo.
Cuando este objetivo se hubiera cumplido, el Estado reduciría, de forma
progresiva, su papel. Pero el concepto de dictadura del proletariado no
fue muy desarrollado por Marx, siendo Lenin el gran teórico de la misma.
Además, constituye una de las tesis más discutidas, revisadas y
polémicas del marxismo.
La última fase del proceso de
transformación de la sociedad sería la supresión de las clases. Después
de la colectivización de los medios de producción la relación entre los
individuos sería la misma, ya no tendría sentido la existencia de las
clases. Las tensiones y conflictos desaparecerían. Habría una triple
reconciliación: la de la ciudad con el campo, la del hombre con su
trabajo, y la de los trabajos de tipo intelectual con los manuales.
Eduardo Montagut
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